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El Primer Día de Independencia

Autor

Gustavo Morán

Muchos países del mundo celebran el haberse independizado de alguno de los imperios del pasado. Después de haber sufrido por siglos o décadas, bajo la opresión, la injusticia y el abuso de quienes los gobernaban, el sentimiento de libertad después de la independencia es irremplazable. Por lo regular, el costo de dicha independencia implica el sufrimiento y sacrificio de muchos en pro de una causa por el bien común. En Latinoamérica, por ejemplo, nuestros países se independizaron de España y cada año, por todo el continente se llevan a cabo festividades recordando la libertad obtenida y las muchas ventajas de ser una nación soberana que se puede gobernar a sí misma y que, al menos en teoría, tiene un gobierno autónomo que buscará el beneficio de sus ciudadanos. Pero la independencia conlleva la enorme responsabilidad de no depender de nada ni de nadie mientras se camina por la vida. No hay necesidad de rendirle cuentas a nadie cuando se es independiente. Dicha situación implica el riesgo del levantamiento de un nuevo opresor igual o peor que aquel de quien nos libramos. Ese es un peligro latente. Pero ¿Y qué si la solución fuera la dependencia y no la independencia?, si como individuos o naciones encontráramos un líder, aliado o gobernante que pudiéramos calificar como perfecto, ¿No sería más conveniente vivir en dependencia de dicho líder? Imaginemos por un momento que éste líder tuviera las características de ser justo, compasivo, amoroso, integro, recto y cien por ciento confiable. ¡Por supuesto que nos convendría depender de alguien así! Pues eso es exactamente lo que tenían Adán y Eva en el huerto del Edén, a un Creador todopoderoso, omnisciente, omnipresente y con un amor perfecto expresado en todo momento, con el mejor plan de vida y con las mejores intenciones posibles: bendecir a aquellos que El había creado a Su propia imagen. Además, los había dotado con todo lo necesario para alcanzar su máximo potencial y cumplir con el propósito para el que fueron creados: reflejar la naturaleza divina implantada en sus corazones, amando a Dios y a su prójimo de manera perfecta, creando a partir de lo creado y glorificando a Su Creador con sus vidas perfectas. ¿Que podía salir mal en un plan como ese?

La Humanidad en la Encrucijada
Adán y Eva se encontraban en el inicio de la carrera de la humanidad y listos para cumplir con el Mandato Cultural: “Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella.” (Génesis 1:28) Pero más importante aún que gobernar sobre la tierra, era la relación personal de amistad que tenían con Dios y de la que gozaban todo el tiempo. La Biblia dice que ellos se paseaban en el huerto con Dios y que tenían una comunión perfecta con El. Caminando de la mano de su Creador, su futuro estaba garantizado y, sin embargo, en la primera oportunidad que tuvieron, Adán y Eva tomaron la terrible decisión de hacerle a Dios una declaración de independencia. No se conformaron con haber sido creados a la imagen y semejanza de Dios, después de todo ¿A quien le gustan los segundos lugares, cierto? Tentados por la idea de llegar a ser como Dios, cayeron en el engaño de una siniestra criatura que sembró en sus mentes y corazones la duda con respecto a la integridad de Su Creador y cometieron alta traición contra Él. Todo esto fue posible porque Dios decidió otorgarle al ser humano el libre albedrio, es decir, la capacidad de elegir entre obedecer o desobedecer. Ante la única restricción que Él les dio, ellos decidieron hacer las cosas a su manera y explorar la idea de adquirir un conocimiento que quizás Dios les estaría ocultando por alguna razón. Pusieron en tela de juicio la integridad de Dios y decidieron no confiar en Sus palabras. Al verse en la encrucijada de la decisión, optaron por la desobediencia deliberada. La oferta de aquella criatura era demasiado buena para ser rechazada: “… Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal.” (Génesis 3:4) ¿Porque conformarse con ser como Dios si pudieran ser dioses ellos también? Y fue así como Adán y Eva declararon su independencia, decidieron desobedecer y hacer las cosas a su manera. Ahora serían autónomos y podrían gobernarse a sí mismos.

Errar al Blanco
Dicho acto de desobediencia trajo como consecuencia lo que Dios claramente les había advertido y fue así como entro el pecado en el mundo. Algunas de las consecuencias fueron inmediatas, como la muerte espiritual (separación de Dios) y otras a largo plazo, como el dolor, el sufrimiento y la muerte física. La comunión que existía entre los seres humanos y Dios se rompió y permanecería rota de manera indefinida hasta que Dios mismo le diera solución al problema de esta rebelión de proporciones cósmicas. El pecado entro en el mundo y con ello la maldición (Génesis 3:17-19). Adán y Eva habían decidido ponerse a disposición de la influencia del mal y ahora estaban atrapados en una condición llamada muerte, una condición que acompañaría a la raza humana desde entonces, transfiriéndose de generación a generación y afectando negativamente todo aquello que fuera tocado por el pecado. En su raíz etimológica más simple, la palabra pecado significa: errar al blanco, lo que quiere decir, que debido a la presencia del pecado en la vida de los seres humanos, estos ya no serían capaces de cumplir a plenitud el propósito por el cual fueron creados. El pecado no solo había afectado la relación entre Dios y el ser humano, sino también la relación entre ellos mismos. El odio, el resentimiento, la envidia, los celos, la falta de perdón y todo aquello que daña las relaciones humanas, ahora estarían presentes en la historia de la humanidad, causando divisiones, engaño, opresión, asesinatos y muerte por todas partes. Mientras escribo estas líneas, los encabezados de los principales noticieros del país, anuncian la masacre de más de 20 personas muertas y muchas más heridas en un centro comercial de la cadena Wal-Mart en El Paso, Texas. Y en la madrugada del día siguiente, otras 9 personas perdieron la vida en los tiroteos de Dayton, Ohio. Las consecuencias del pecado continúan manifestándose día a día. El recuento de los daños desde la expulsión del huerto del Edén de nuestros primeros padres hasta ahora, puede desmoralizar a las mentes más optimistas. Aunque el ser humano continúa portando la imagen de Dios, la realidad es que el hombre no es ni la sombra de aquello para lo que fue creado

Algo Anda Mal con la Raza Humana
¿Y qué del Mandato Cultural?, ¿Tiene el hombre aún la capacidad de llevar a cabo la encomienda de Dios? La respuesta es si, pero solo de manera parcial e imperfecta, por causa de la presencia del pecado en su vida. Haciendo uso de los dones y talentos que le fueron otorgados por su Creador, hoy el hombre moderno se jacta de su intelecto y habilidad de construir imponentes ciudades, de crear obras de arte inspiradoras, de tomar lo que necesita “del polvo de la tierra” y construirse juguetes electrónicos que le faciliten la vida. Se crea un sin fin de distracciones y entretenimiento que le ayuden a silenciar la voz de su consciencia que le dice a gritos que algo anda muy mal con la raza humana. Con todo, la habilidad del hombre para pecar no ha disminuido ni siquiera un poco, de hecho, la historia nos comprueba que cuando la raza humana parecía estar llegando al pináculo de su desarrollo industrial, económico y académico, dejo tras de sí a más de 100 millones de muertos en las guerras del siglo pasado. Los campos de concentración del régimen Nazi son un testimonio histórico que nos recuerda lo malos que podemos llegar a ser. El ser humano no puede negar su herencia de pecado. El filosofo y reportero Inglés Malcom Muggeride, escribió: “La depravación del hombre es la menos popular de las doctrinas Cristianas y a la vez, la más fácil de verificar empíricamente”.

Las palabras de Muggeride, solo hacen eco en las del Apóstol Juan, quien hace dos mil años escribió: “Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad” (1 Juan 1:8). ¿La verdad?, ¿Cual verdad?, ¿Cual de todas ellas?, diría casi cualquier persona a quienes le preguntáramos en la calle. Muchas de las mejores y más famosas universidades del mundo sostienen en sus muros la frase: “… la verdad los hará libres”, como un manifiesto del deseo de ser librados una vez más de la opresión que prevalece. Irónicamente, esa frase salió de los labios de Aquel que ahora niegan y repudian en sus sofisticados currículos educativos. Esa Verdad fue anunciada desde el inicio de la historia de la humanidad, dándole a Adán y Eva un rayo de esperanza, algo que les permitiera calmar la voz del remordimiento en sus consciencias y les aligerara la carga del dolor y el sufrimiento que estaban a punto de experimentar por el resto de sus vidas. Una Verdad que traería una solución permanente al grave error de la raza humana al decirle a su Creador: “aunque sabemos lo que has dicho, mejor lo haremos a nuestra manera”; un error que seguimos cometiendo a nivel individual y como sociedad, pese a las trágicas consecuencias. En nuestro próximo capítulo exploraremos dicha promesa. ▼

Sobre el Autor

Gustavo Morán es originario de México, aunque radica en los Estados Unidos. Es licenciado en Diseño Gráfico y Publicidad y trabaja para la Universidad Bautista de Dallas (DBU). Tiene estudios de Maestría en Educación Cristiana (DBU), Teología (SWBTS) y Liderazgo (DBU) Tiene también un Diplomado en Filosofía Política e Historia del Pensamiento Humano. Es fundador y director general de Mandato Cultural, un ministerio que tiene el objetivo de ofrecer educación cristiana de calidad en el mundo hispano, con el fin de examinar, comprender y transformar la cultura para la gloria de Dios.

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