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El Primer Mandamiento

Autor

Gustavo Morán

La mayoría de la gente piensa que el primer mandamiento es el expresado por Jesucristo en Mateo 22:37, “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente”. Otros creen que se trata del primero de los famosos 10 escritos en Éxodo 20:3-17. De alguna forma es así, y sin embargo, en otro sentido, ese no es el caso. Si leemos bien el pasaje de Mateo 22, los fariseos no le preguntaron a Jesús cual era el primer mandamiento, sino cual era el más grande de los mandamientos. La respuesta de Jesús fue certera, aunque era una respuesta de orden de importancia y no de orden cronológico. La Biblia, es un libro conocido por todo el mundo como la Palabra de Dios y se supone que sea un compendio de registros históricos, enseñanzas edificantes, verdades espirituales, principios morales, etc. Los mandamientos más conocidos en el Antiguo Testamento son los 10 mandamientos dados por Dios a Moisés y al pueblo de Israel en el Monte Sinaí y los dos más conocidos del Nuevo Testamento son el más grande mencionado anteriormente, y el segundo que es similar: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Según Jesús, todos los mandamientos se resumen en estos dos: “toda la ley y las exigencias de los profetas se basan en estos dos mandamientos.” Mateo 22:40.

Lo anterior es bien conocido entre los cristianos de todas las denominaciones y de todos los tiempos, ya que la iglesia se ha encargado de hacer un énfasis en ellos, con el fin de proveer el conocimiento de la voluntad de Dios para sus criaturas en términos de dirección y conducta moral. Sin embargo, y ahora si hablando cronológicamente, existe un mandamiento casi olvidado o desconocido por la mayor parte de los cristianos. Dicho mandamiento fue el primero dado por Dios a la humanidad y de hecho se encuentra en el primer capítulo, del primer libro de la Biblia. Algunos teólogos, sociólogos e historiadores lo han llamado el Mandato Cultural y está expresado en Génesis 1:28. Veamos el pasaje en su contexto:

“Entonces Dios dijo: «Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen, para que sean como nosotros. Ellos reinarán sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, todos los animales salvajes de la tierra y los animales pequeños que corren por el suelo. Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó. Luego Dios los bendijo con las siguientes palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo. Entonces Dios dijo: «¡Miren! Les he dado todas las plantas con semilla que hay sobre la tierra y todos los árboles frutales para que les sirvan de alimento. Y he dado toda planta verde como alimento para todos los animales salvajes, para las aves del cielo y para los animales pequeños que corren por el suelo, es decir, para todo lo que tiene vida»; y eso fue lo que sucedió. Entonces Dios miró todo lo que había hecho, ¡y vio que era muy bueno! Y pasó la tarde y llegó la mañana, así se cumplió el sexto día.”
Génesis 1:26-31 (NTV)

El pasaje habla de la creación del ser humano en el sexto día. Dios ha estado ocupado trayendo todo a la existencia en el acto sobrenatural de la creación y ahora está por coronar su obra con la creación de los seres humanos, en quienes ha decidido implantar Su propia imagen. Nada de lo anteriormente creado posee tal peso de importancia por esa razón. Ningún otro elemento o criatura del universo y de la tierra poseen la semejanza Divina. Lo siguiente que Dios hace es bendecirlos, lo que representa el favor y amor incondicional de Dios por Su creación. Como un padre que ama a sus hijos y se deleita con su presencia, Dios se regocija y se complace sobre aquellos que ahora son semejantes a El (“¡y vio que era muy bueno!”). En segundo lugar, Dios les habla y lo primero que les da es un mandamiento: “Sean fructíferos y multiplíquense. Llenen la tierra y gobiernen sobre ella. Reinen sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que corren por el suelo”. Este es el corazón mismo del Mandato Cultural. Como la corona de la creación, ahora el ser humano tenía la encomienda de cultivar y administrar la tierra, de señorear sobre todas las demás criaturas y de expandirse y florecer a través de los dones y talentos que poseían por haber sido creados a la imagen de Dios. Los seres humanos son puestos como administradores y mayordomos de una cantidad inagotable de bienes, que, si bien no le pertenecían por derecho de creación, le fueron concedidos como un regalo invaluable de parte de su amoroso Creador.

La Raíz de la Cultura
La palabra “cultura”, viene de la misma raíz de las palabras “culto”, que implica actos de adoración y “cultivar”, que tiene que ver con utilizar, desarrollar y mantener los recursos naturales encomendados por Dios. La cultura, entonces, comprende ideas y conceptos, así como acciones y comportamientos. Es transformadora y transmisora por naturaleza, es decir, está cambiando constantemente y se transmite de una generación a otra por medio de la educación formal y no formal. Así pues, desde el principio, los seres humanos hemos sido “creadores de cultura” y eso es lo que nos hemos dedicado a hacer desde entonces: a ejercer nuestra herencia Divina al “crear”, transformando los recursos a nuestra disposición. En cuanto a la adoración (culto), no hay mas que ver la enorme cantidad de expresiones religiosas y creencias que prevalecen entre la raza humana; expresiones que no necesariamente están dirigidas hacia su propósito y Causa originales, pero que demuestran la necesidad intrínseca del ser humano por adorar algo o a alguien fuera de sí mismo.

La mayoría de las personas asocian la cultura como el conjunto de manifestaciones artísticas en que se expresa la vida tradicional de un pueblo y, sin embargo, eso sería lo que llamamos “cultura popular”. En su sentido más amplio, cultura tiene que ver con el conjunto de modos de vida y costumbres, con los conocimientos y el grado de desarrollo artístico, científico, industrial en una época determinada, en una nación o una sociedad.* Estamos rodeados de cultura y la producimos de manera constante a nivel individual, social y global. Esto es así, porque como seres creados a la imagen y semejanza de Dios, poseemos dones y talentos que Dios nos ha concedido desde nuestro nacimiento, con el propósito de hacer nuestra contribución y cumplir así con el Mandato Cultural.

No Dueños, Sino Administradores
Desde el acto de la creación del ser humano en el sexto día, hasta hoy, no hemos dejado de ejercer dominio sobre el resto de la creación que Dios nos ha encomendado, e independientemente de si lo hemos hecho bien o mal, eso no cambia la realidad de que hay una marcada diferencia entre el ser humano y el resto de las criaturas que habitan el planeta. El área de la adoración es mucho más complicada, ya que, como dice el dicho: “cada cabeza es un mundo” y entrar en el mundo de las ideas es entrar en terreno muy escabroso. En ese sentido, es mucho más fácil sentarse a planificar la organización de un sistema de vialidad más efectivo para una gran ciudad, que decidir cuales serán las ideas, creencias y valores morales que guiarán a una sociedad determinada.

El mundo y sus recursos, es entonces el hogar en el que Dios nos ha puesto para que lo administremos y somos responsables por ello. Aunque en un sentido, el mundo es un regalo de Dios a la humanidad, en realidad no somos dueños, sino administradores de algo que le pertenece a Dios: “La tierra es del Señor y todo lo que hay en ella; el mundo y todos sus habitantes le pertenecen.” (Salmo 24:1) Pero la historia de este regalo maravilloso de un planeta entero dotado de incalculables recursos naturales a nuestra disposición y la capacidad de razonar para determinar lo que nos guiará en la vida, se vieron opacadas por un error muy grande, una terrible decisión que marcaría de manera negativa el cuadro del plan original de Dios para la humanidad. Un acontecimiento que de hecho nos explica por qué el ser humano posee la misma habilidad para crear que para destruir, la de amar intensamente, como la de odiar con la misma intensidad, la de cumplir con un propósito glorioso o la de arruinar su propia existencia. Como resultado, hemos sido capaces de cumplir con el Mandato Cultural solo de manera parcial y existe una razón por la cual las cosas no se desarrollaron como debieron y de eso hablaremos en nuestro próximo capítulo. ▼

* Diccionario de la Real Academia Española

Sobre el Autor

Gustavo Morán es originario de México, aunque radica en los Estados Unidos. Es licenciado en Diseño Gráfico y Publicidad y trabaja para la Universidad Bautista de Dallas (DBU). Tiene estudios de Maestría en Educación Cristiana (DBU), Teología (SWBTS) y Liderazgo (DBU) Tiene también un Diplomado en Filosofía Política e Historia del Pensamiento Humano. Es fundador y director general de Mandato Cultural, un ministerio que tiene el objetivo de ofrecer educación cristiana de calidad en el mundo hispano, con el fin de examinar, comprender y transformar la cultura para la gloria de Dios.

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